Imagina una boda, comunión, o cualquier gran reunión familiar que pudiera realizarse antes de la pandemia. Se te acerca un cuñado genérico cualquiera y te dice: «Astrónomo. Cada vez estoy más convencido de que la Tierra es plana y que su esfericidad es una conspiración con la que nos engañan desde hace siglos desde el poder omnímodo. ¿Qué tienes qué decir a esto?».

Tu primer impulso es convencerle para que eche andar y no pare hasta que dentro de mucho tiempo – si no se ha ahogado por el camino – vuelva a encontrarse exactamente en el mismo sitio (sin ti ya cerca).  Pero, con el fin de evitar malentendidos familiares, prefieres comenzar por un argumento de lo más “estrambótico”: «Eh…bueno…hay millones de fotos de la Tierra vista desde el espacio  en las cuales se la ve esférica. Incluso hay videos desde la Estación Espacial Internacional donde puedes literalmente dar la vuelta completa al planeta». «Manipulaciones de la NASA para engañarnos», es la respuesta que puedes vaticinar incluso antes de que salga de sus labios.

Y hasta cierto punto es bastante asumible pensar que existen motivos por los que se ha construido toda una conspiración mundial histórica mantenida por generaciones de políticos, ingenieros, astrónomos, astronautas, etc…con el fin de hacernos creer que la Tierra es una ridícula bola achatada por lo polos y no lo que realmente es: un disco plano con el ártico en el centro y un muro de hielo antártico bordeando su límite exterior que se desplaza por el espacio verticalmente de manera acelerada como defienden las hordas terraplanistas (nótese el sarcasmo de este párrafo).

Pero, entonces decides invocar a tu espíritu científico y asumir que todo modelo es válido hasta que no es descartado por la experiencia. En ese momento, comienzas a enumerar a tu querido cuñado todas las evidencias cuya explicación más sencilla es asumir un modelo de Tierra esférica. Por ejemplo, que haya lugares del planeta en los que es de día mientras en otros es de noche; o los movimientos aparentes en el cielo del Sol, la Luna y resto de planetas; o que veas desaparecer los barcos por la línea del horizonte incluso con los prismáticos y telescopios más potentes; o que el cielo nocturno es absolutamente diferente cuando te vas a Argentina, Chile o cualquier país del “falso” hemisferio sur; o que las estrellas a lo largo de la noche describen un movimiento de rotación alrededor de un punto, algo sólo explicable si ese punto coincide con el eje de rotación de una tierra esférica; o que las sombra de la tierra en los eclipses lunares es redonda; o que la altura de las sombras –  como ya observó el gran Eratóstenes hace más de dos mil años – varía con la posición geográfica; o que el 99% de los cuerpos que vemos en el universo son esféricos, y lo son así porque a partir de una cierta masa, la gravedad de manera natural moldea a los objetos en forma esférica.

Entonces es cuando tu cuñado te mira escéptico y dice: «Ya, pero es que la gravedad tampoco existe. Es un invento de la NASA» Y es cuando eres tú el que te propones seriamente echar andar y no detenerte nunca.

Emilio José García – Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA)