Esta frase, a veces atribuida falsamente a Einstein, trata de llamar la atención sobre la importancia de conservar a las abejas. Sin embargo, ni la premisa de una desaparición total de las abejas es relevante, ni el pronóstico acertado. Vamos por partes: Hay más de 20.000 especies de abejas en el mundo, la más conocida la abeja de la miel (Apis mellifera).

La desaparición de la abeja de la miel es improbable, ya que a pesar de sus crecientes problemas de salud, los apicultores las crían de forma eficiente y como consecuencia sus poblaciones incrementan tanto a nivel estatal, como a nivel mundial. O sea, que desaparezca la abeja de la miel es tan probable como que desaparezcan las vacas o los pollos de granja. Aun así, en una hipotética desaparición, hay otras 20.000 especies de abejas que pueden polinizar tanto las plantas silvestres como los cultivos de forma eficiente.

La desaparición simultánea de las más de 20.000 especies es aún más improbable y de suceder, la causa de su desaparición (fuese cual fuese) acabaría probablemente también con nosotros. Ojo, porque algunas especies de abeja más vulnerables ya se han extinguido o están en peligro de extinción. Lo que pasa es que otras especies pueden adaptarse a vivir en hábitats modificados por el hombre y son más resistentes. Por tanto lo que sí es preocupante es que estamos perdiendo diversidad y que en zonas de agricultura intensiva las poblaciones de abejas son demasiado pequeñas, afectando a la producción de los cultivos.

El declive de los polinizadores silvestres ya está repercutiendo en la producción agrícola y por tanto encarece las frutas y verduras que consumimos. Si no revertimos el declive de las poblaciones de abejas silvestres, viviremos mucho más de cuatro años, pero nuestra dieta será más pobre, más cara y habrá menos plantas silvestres con flores.

Ignasi Bartomeus de la Estación Biológica de Doñana (EBD)