Sobre la inmigración circulan cantidad de creencias que no se sostienen si disponemos de información completa. Por ejemplo, sería absurdo responsabilizar a los inmigrantes de los problemas de sostenibilidad del Estado del bienestar que padecen los países desarrollados, España entre ellos. Y así para un largo etcétera de cuestiones. La búsqueda de chivos expiatorios impide resolver los problemas verdaderos. Fomentar recelos solo sirve a quienes instrumentalizan la buena fe; los demás salimos perdiendo. 

Pero tampoco hemos de pensar que la inmigración, en todas sus vertientes, es necesariamente beneficiosa para unos y otros. Así haciendo caeríamos en otra creencia, de signo opuesto pero creencia al fin y al cabo. La inmigración es un hecho social sumamente complejo y polifacético que no puede zanjarse con declaraciones categóricas.

Es lógico valorar el hecho inmigratorio con vistas a sus efectos sobre la sociedad receptora, buscando reducir sus costes y aumentar sus beneficios. No obstante, la utilidad (económica, demográfica, etc.) no es el único criterio relevante. A veces, los ciudadanos de países acomodados carecemos de la necesaria humildad.

Nadie elige su lugar de nacimiento, ni tiene mérito haber nacido en un lugar u otro del planeta. Es decir: el inmigrante podría ser Usted.

Sebastian Rinken del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA)