Esta es una de las “pruebas irrefutables” favoritas de los escépticos del viaje lunar. Como si no volver a un lugar fuera la evidencia manifiesta de que nunca fuimos. En realidad, la pregunta no sería por qué no hemos vuelto a la Luna, sino cómo diablos fuimos capaces de lograrlo en 1969.

Visto en retrospectiva, el programa Apolo fue una aventura fuera de su tiempo, motivada por el contexto de guerra fría de aquellos años. En palabras de John Logsdon, antiguo director del Space Policy Institute, “el programa Apolo no iba sobre ir a la Luna, iba sobre demostrar el liderazgo tecnológico de Estados Unidos”.

Y el liderazgo se demostró con una inyección a la NASA de cerca de 26 000 millones de dólares, con periodos donde la agencia se llevaba cerca del 5% del gasto público americano. Algo insostenible para cualquier país. Actualmente, su presupuesto apenas alcanza el 0.4%, muy lejos de los 135 000 millones que costaría un nuevo paseo lunar, y aunque ha habido intentos, nunca se ha logrado el interés político y el empuje económico de aquella década espacial.

Al final, ya sea lograr una vacuna como viajar en el espacio es cuestión de esfuerzo, talento, orgullo político…y mucho dinero.

Emilio José García – Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA)