Al igual que ocurriera con el SARS-CoV y el MERS el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 ha sido postulado como un engendro de laboratorio, sin embargo, no existe evidencia científica alguna que de soporte a esta teoría conspiratoria, sino más bien todo lo contrario. Existen datos científicos sólidos, publicados en revistas de alto impacto científico, como Nature Medicine, Nature Microbiology y The Lancet of Infectious Diseases, entre otras, que aportan información relevante acerca de cómo el SARS-CoV-2 lleva probablemente décadas danzando entre la humanidad.

Parece que fue a finales de los 60 cuando el SARS-CoV-2 emergió de su homologo (96% de similitud genética) en murciélagos, hasta que el azar y la selección natural han hecho que salte del quiróptero al hombre –se desconoce actualmente si a través de un huésped intermedio–.  La información que apoya la teoría conspiratoria de la creación de este virus en un laboratorio, está basada en información que no ha sido publicada en revistas revisadas por pares, por lo que carece de la rigurosidad científica necesaria para su credibilidad.

Tan solo unos datos: en 2017 un estudio en 12.333 murciélagos en América Latina, Asia y África encontró que casi el 9% de éstos transportaba al menos uno de 91 coronavirus distintos. Se estima que hay al menos 3200 coronavirus que infectan a murciélagos y existen a su vez más de 1400 especies de murciélagos. Esto lo que nos enseña, es que el salto del animal al humano y el origen a una nueva pandemia está solo a unas cuantas mutaciones de distancia. Solo con medidas que potencien la ciencia y el respeto al medio ambiente se conseguirá controlar futuras pandemias.

Ezequiel Ruiz-Mateos Carmona – Instituto de Biomedicina de Sevilla