Un equipo conformado por siete investigadores, tres del Instituto de Ciencias Materiales de Sevilla (ICMS) y cuatro de la Universidad de Cantabria, han desarrollado una patente para monitorizar el almacenamiento de residuos radiactivos de alta actividad, es decir, con una vida media superior a los 30 años. La finalidad es ofrecer un control in situ y a tiempo real de la seguridad del almacenamiento de este tipo de residuos para que no sean perjudiciales para el medio ambiente y, por tanto, para la sociedad en su conjunto.

“Los almacenes geológicos profundos de los residuos radiactivos están formados por sistemas multi-barreras en las que la más crucial es la tercera, conocida como barrera de ingeniería, formada por materiales arcillosos. Ahí entramos nosotros, en el diseño del material más apropiado para que el almacenamiento de este tipo de residuos sea seguro”, explica la Dra. Mª Dolores Alba, Investigadora Titular del ICMSE, quien detalla que su equipo ha trabajado, en los últimos años, en la síntesis de unas micas de diseño con unas características especiales por su gran capacidad de retención: “En uno de nuestros trabajos vimos que, tomando al europio como prototipo de elemento de larga vida media, estas micas sintéticas interaccionaban y formaban unas fases estables e insolubles en condiciones hidrotermales”.

En este punto, entró el grupo de investigación de la Universidad de Cantabria, quienes pensaron que, dadas las características estructurales de estas micas, podrían ser favorables para detectar distintas propiedades luminiscentes del europio. Por tanto, “la patente consiste en crear unos sensores ópticos fotoluminiscentes que se basan en la emisión del europio, según su estado. Este sensor es capaz de dar información sobre las interacciones entre los residuos radiactivos de alta actividad y la barrera de ingeniería formada por materiales arcillosos”, apunta la Dra.  Ana Perdigón, Profesora Titular del Departamento de Química e Ingeniería de Procesos y Recursos de la Universidad de Cantabria.

De este modo, el objetivo del sensor, además de aplacar el miedo de la sociedad al peligro inherente de la radioactividad, es permitir el control continuo e in situ del estado de movilidad de estos residuos, durante toda su vida, sin entrar en contacto con ellos, “así aseguramos la viabilidad y seguridad de las instalaciones a largo plazo”, matiza la Dra. Alba.

Se trata de una investigación que comenzó a principios de los 90, gracias a la tesis doctoral de la Dra. Alba, y que se siguió desarrollando, posteriormente, cuando la Dra. Perdigón se convirtió en doctoranda de la primera. De este modo, se creó una sinergia natural entre las dos profesionales que dio lugar a la colaboración, materializada ya en una patente y en proceso de valorar su viabilidad internacional, entre ambas instituciones: el CSIC y la Universidad de Cantabria.